Ella se preguntaba si conocía la felicidad
Si en alguna ocasión, despistada, había llegado a rozarla
Si la felicidad existía
Si era real
Ella sabía que se sentía plena, que tenía paz
Que aún en una isla desierta
Con las olas era una
Y el sol le hacía compañía en una bahía desierta
Que naufragada y absurda, ella tenía su verdad
Que vacía de todo, aún llevaba un corazón en el pecho
Extraña, lejana y aparentemente insulsa
Pero llena de vida, de ganas, de sueños
De rimas, canciones e historias
Llena de momentos vividos y por vivir
Con los ojos abiertos como un búho en la noche
Con la ilusión de un niño un día de reyes
Con la inocencia más pura y la confianza más ciega
Nunca precisó de un él
Porque él era el océano
Porque solo necesitaba de la espuma de la marea
Y con la melodía de una caracola en su oído,
Ella
Siempre fue
Siempre será
Donde el tiempo no existe
Ella perdura, eterna
Etérea
Inexplicable
Y aunque nunca lo supo, también feliz
Hace ocho meses que terminó mi relación con quien fue mi pareja durante ocho años. Desde entonces, parece que esté aprendiendo a asimilar cómo funciona el mundo cuando no tienes la seguridad de la vida a la que se supone que todos debemos aspirar.
Tenía veinticinco años, una pareja estable, una hipoteca que me había permitido tener mi propia casa (la cual me encajaba y encantaba a partes iguales), un contrato fijo sobre la mesa, salud, amigos, familia... ¡todo iba bien!
Iba.
¿O simplemente parecía ir bien?
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Ayer me propuse sacar mi web de una vez por todas: me senté en mi escritorio, hice unas últimas investigaciones, me monté mis esquemitas, cogí la herramienta de maquetación y, sin tener ni idea de qué narices estaba toqueteando, me puse a improvisar.
Soy así, no puedo evitarlo: cuando algo se me mete entre ceja y ceja tiendo a ser muy testaruda (rectifico: solo cuando tiene que ver con algo que me propongo, ya que suelo estar bastante abierta a retractarme y dar la razón a los demás cuando me equivoco). Por eso, ayer estaba totalmente determinada a acabar con lo que me había propuesto... y ver que se me resistían algunas cosas me estaba frustrando y cabreando a partes iguales.
Tenía ya la cabeza cargada, la paciencia bajo mínimos, a las personas que me quieren diciendo "déjalo por hoy, date un descanso y lo terminas mañana" y la alarma del móvil indicándome por tercera vez que tenía que hacerme la cena... y entonces, simplemente, sucedió: en vez de doble clic (para seleccionar una línea entera de código), hice triple clic (seleccionando todo), pulsé el botón para borrar, vi que había eliminado todo y automáticamente hice la combinación mágica "cmd+Z" para deshacer la acción.
Saltó entonces un aviso.
Alarma en el móvil, cansancio, estrés, falta de paciencia, frustración, sueño, hambre... Acepté lo que quisiese que fuera aquel mensaje sin siquiera leerlo. Aquel mensaje que seguramente contenía un "¿desea guardar sus cambios y salir?".
Lo perdí todo. Una vez más.
Llevaba unas doce horas trabajando cuando pasó. Lo peor es que hace una semana, tratando de mover mi canal de YouTube a una cuenta diferente (para que no tuviese el mail de cuando era adolescente), me pasó algo parecido: estaba agobiada porque llevaba muchas horas mirando cómo mover toda la información, así que solicité trasladar el canal y, dando por hecho que ya estaba todo en orden, borré la cuenta.
¡Efectivamente! El canal aun seguía ahí, así que mi paso por YouTube de casi tres años se esfumó en un segundo, junto con todas mis suscripciones, likes, comentarios, etcétera.
En menos de un año he perdido una pareja, amigos, clientes, dinero (por un tubo), una casa, una rutina y la vida que pensé que iba a vivir. Y de entre todas las pérdidas hay una que parece no tener importancia (y menos cuando la comparas con lo demás): mi melena. Sí, tuve la alegre idea de decirle a mi peluquero (¡A UN PELUQUERO!) "corta lo que creas conveniente, que me fío de ti". Cuando echó el pelo hacia delante y vi todo lo que me faltaba creí que me daría un infarto y me quedaría en el sitio.
Para muchos será absurdo: "solo es pelo, ¿no?", pero para mí era algo que me daba una seguridad psicológica que ahora no tengo. Sin embargo, al ver mi expresión de pánico (porque no se puede describir mejor), mi peluquero me dijo algo que estuve pensando anoche en bucle hasta dormirme: "mira, ¿ves esto? - dijo señalando el mechón que estaba a punto de cortar para igualar - Esto es 2020; esto es lo que haces con todo lo que has dejado atrás: cortarlo, sanear y permitirte crecer más fuerte y más bonita".
Y es que está muy bien funcionar como un ave fénix y renacer de nuestras cenizas: a veces es buena idea aprovechar unas cifras en YouTube para tener una base al empezar, utilizar una herramienta que ya tienes pagada por beneficiarte de algo que "ya está ahí" o tratar de resucitar una relación que ya ha muerto hace mucho por cariño a la otra persona... pero también hay veces que lo mejor que podemos hacer con nuestras cenizas es soplarlas, como quien deshace un diente de león, casi con ternura.
A veces hay que dejar que nuestras cenizas vuelen y se disgreguen para que sean menos espesas... y quizás hay momentos en los que no debamos "renacer", sino simplemente evolucionar, crecer y pasar a otro estado. Quizás, a veces, es mejor ser más parecidos a una mariposa que a un fénix.
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Hace ocho meses que terminó mi relación con quien fue mi pareja durante ocho años. Desde entonces, parece que esté aprendiendo a asimilar cómo funciona el mundo cuando no tienes la seguridad de la vida a la que se supone que todos debemos aspirar... ¡y qué bonito es tener una segunda oportunidad para volver a empezar!, ¿no?
Phoenix
Khoana
16:03
Ayer pasé el día en la casa de mis tíos y eso me hizo pensar en cómo ha cambiado la relación con mi familia oficial (oficial = de sangre, no la que habitualmente considero "familia"). Y es que no sé si esto cambiará en un futuro, pero no creo que vaya a tener nunca una relación muy estrecha con ellos. Son TAN diferentes a mí que entre sus vidas/carácter/contexto y yo hay un abismo inmenso.
Siempre me he sentido fuera de lugar y como una decepción constante en cuanto a sus expectativas sobre mí. Esperaron (o al menos lo parecía) que fuese una niña alegre, abierta, dicharachera, social y, en definitiva, "con vida y salero"; pero yo siempre les he devuelto una niña seria, ausente, de pocas palabras y vergonzosa... y es que puedes tener mucho mundo interior, pero si no das muestras de ello y te sientes incómoda, incomprendida y "defectuosa", los demás solo ven una persona vacía, fría, distante y "sin sangre en las venas", una imagen que, de vez en cuando, aún me acompaña.
Sin embargo, este último tiempo me doy cuenta de que mi padre, con quien a pesar de haber pasado mucho tiempo nunca había tenido una relación cercana porque siempre puse distancia entre los dos, está haciendo muchos esfuerzos no sólo por conocerme, sino también por comprenderme... y creo que él no es del todo consciente aún, pero para mí significa muchísimo.
Ahora puedo hablar con él con libertad sin sentirme juzgada, y me gusta ver cómo mientras le explico mis puntos de vista, se queda pensativo y deja que hable. Son momentos en los que casi puedo ver cómo las piezas empiezan a encajar una tras otra en su cabeza. Después, me mira serio, asiente y pregunta con total inocencia para tratar de llenar los huecos que le faltan.
Ayer fue un día muy largo en Segovia, un día en el que reconecté con unos hermanos para los que nunca he estado, un día en el que me reí con ellos como nunca lo he hecho y un día en el que he tenido que explicarle a mi familia que el principal motivo por el que mi relación terminó (a pesar de querer mucho a quien era mi pareja) fue que no esperábamos las mismas cosas de la vida y estábamos caminando por rutas diferentes.
Ayer le dije con toda seguridad a mi familia que lo que quiero hacer con mi vida es viajar, vivir aventuras y descubrir... y decirles esto a ellos en concreto lo hizo todo un poco más real.
Ayer, por primera vez, fui consciente de que lo que voy a hacer con mi vida. Plenamente consciente. Y quizás ayer, en sus vidas, fue un día normal, pero para mí no.
Ayer supe que estaba un paso más cerca de mi destino, y hoy no sólo estoy más motivada, sino también más en paz.
Esta maraña de ideas son solo una forma de decir que, en resumen, he aprendido a aceptar a mi familia tal y como es. Y con ello, me deshago de un peso... de uno más.
Un día en Segovia
Khoana
22:50